Se trata de un pequeño artilugio en forma de letra T o de espiral, por ejemplo, que se coloca directamente en el interior de la cavidad del útero, donde da lugar a una reacción local que crea un ambiente hostil para los espermatozoides (se comporta como un auténtico cuerpo extraño que provoca una reacción inflamatoria).
La colocación es sencilla y no requiere anestesia, pero debe hacerla un médico especializado. Después de colocarlo, se dejan unos 2 centímetros del hilo que cuelga del DIU, de forma que asoman por fuera del cuello del útero, aunque no producen ninguna molestia a la mujer ni al hombre durante las relaciones sexuales.
Este hilo sirve para comprobar la correcta colocación del DIU y para los controles posteriores.
Hay varios tipos de DIU:
• Inertes: tan sólo ocupaban espacio y no provocaban ninguna reacción local; en la actualidad prácticamente no se usan.
• Liberadores de iones: liberan iones de cobre, que desencadenan la reacción en la pared interior del útero; hay que cambiarlos cada 18 meses.
• Liberadores de hormonas: contienen una sustancia hormonal que se libera poco a poco. Hay que cambiarlos cada 2 o 4 años.
Después de colocado, puede aparecer alguna pérdida pequeña de sangre fuera de la menstruación.
Durante los 4 días siguientes a la colocación no deben mantenerse relaciones sexuales ni bañarse.
El primer control se realiza al cabo de un mes y mediante ecografía se comprueba que el DIU está bien colocado. Posteriormente, se controla cada año hasta que el dispositivo caduca.
Las complicaciones más frecuentes son hemorragias, dolor y aumento del flujo vaginal, que pueden obligar a extraer el DIU. En este caso, la mujer debe consultar siempre con su ginecólogo.
Su eficacia es muy alta, aunque en un 2,5 % de los casos se produce el embarazo, incluso con el DIU correctamente colocado.
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